martes, 12 de diciembre de 2006


La muerte de un "arquetipo"

Como genuino escalador del poder, Augusto Pinochet Ugarte disimuló sus intenciones. Juró lealtad al poder político y en 1973 traicionó al presidente Salvador Allende Gossens. En tiempos recientes se demostró también su alto grado de corrupción.

Sin fronteras...
La aborrecible trayectoria militar y política de Augusto Pinochet Ugarte es un claro desafío para escritores chilenos de la talla de Jorge Edwards, Antonio Skármeta o Luis Sepúlveda, que tienen en la vida y la obra de ese dictador, cuya desaparición hace menos contaminado el aire de Santiago, todos los elementos para prolongar la saga de arquetipos literarios de los tiranos latinoamericanos.
Saga enriquecida por los aportes de Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán; El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; El Recurso del Método, de Alejo Carpentier, Yo, el Supremo, de Augusto Roa Bastos, y El Otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez. Es que Augusto Pinochet Ugarte sintetiza el sentido y el estilo de vida de los dictadores y tiranos que enlodaron la historia de nuestra lacerada región. Como todos ellos, fue despiadado dentro y fuera de las fronteras de su país, como lo prueban los cadáveres que en tristes amaneceres se recogían del río Mapocho y las aberrantes torturas y muertes planificadas que se ejecutaban en el Estadio Nacional y en todos los rincones de Chile, ese país de "loca geografía", admirablemente descripto por Benjamín Subercaseaux en un clásico de la literatura del país trasandino. Como lo prueban también los asesinatos de Orlando Letelier en Washington y del general Carlos Prat en Buenos Aires. Su mano aleve no conocía límites ni fronteras.

Traidor

Como genuino escalador de la pirámide del poder, fue un felón que disimuló con habilidad sus intenciones; traicionó así la confianza del presidente electo Salvador Allende Gossens, cuando un sector derechista del ejército encabezado por el general Roberto Viaux trató de impedir que el triunfante candidato de la Unidad Popular asumiera la presidencia de la República. El método empleado prefiguró la tragedia que se desencadenaría a partir del funesto golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973: el 21 de octubre de 1970 asesinaron al comandante en jefe del arma, general René Schneider, porque rechazaba todo intento de burlar el pronunciamiento de los chilenos en las urnas. Pinochet dio garantías al presidente electo de que el ejército mantendría su tradición de profesionalidad, y tres años después encabezó el brutal alzamiento que lo derrocaría y destruiría su sueño de un socialismo latinoamericano con rostro humano. Y, traicionar por traicionar, traicionó también la hermandad latinoamericana cuando se puso al servicio de Gran Bretaña en la guerra de Malvinas. La única hermandad latinoamericana que respetó el dictador fue la del siniestro Plan Cóndor, que diseminó por el mundo los asesinatos de opositores a las dictaduras sudamericanas de los años ´70.

Corrupto

Como dictador de raza, fue ávidamente corrupto. Cuando el pueblo chileno recuperó la democracia, aunque condicionada por el pinochetismo con una etapa de transición que procuraba el blindaje ante las previsibles investigaciones de sus desmanes y latrocinios, comenzaron a surgir, uno a uno, sus incontables negociados, desde los "pinocheques" por tres millones de dólares cobrados por su hijo Augusto Pinochet Hiriart por una transacción dolosa en perjuicio del Estado, hasta el reciente descubrimiento de los 9.500 kilogramos de oro en lingotes depositados en un banco de Hong Kong (160 millones de dólares). Por crueldad, felonía y corrupción, el retrato de Augusto Pinochet Ugarte merece ser colgado en la tenebrosa galería de los abominables dictadores latinoamericanos. Y con los 9.500 kilogramos de oro del banco de Hong Kong, podría hacerse una estatua de Salvador Allende Gossens.

No hay comentarios.: