sábado, 10 de noviembre de 2007


EL CALVARIO DE UNA FAMILIA OLVIDADA POR TODOS


Genoveva asegura que su hermano no sabía ni leer ni escribir y nada sabía del movimiento ideológico revolucionario que pretendía tomar el poder por la fuerza y que era combatido con una dura represión.



En agosto de 1974 un grupo de guerrilleros se aprestaba a copar el Regimiento de Infantería 17 de Catamarca, pero fueron acribillados al ser sorprendidos por los militares en las serranías del Capilla del Rosario, a escasos 15 kilómetros del objetivo. Los datos de la causa sostienen que entre 15 y 16 guerrilleros fueron masacrados, aún cuando habrían ya depuesto las armas y se rindieron, de los cuales cuatro cuerpos nunca fueron identificados ni reclamados y consecuentemente los sepultaron en el cementerio catamarqueño “Fray Mamerto Esquiú”.



Pero las desgracias de la familia no terminaron allí


Dos años después, tras el golpe militar de 1976, comenzaron a ser perseguidos por la policía represiva que comandaba el ex comisario Musa Azar Curi, hoy implicado en el Doble Crímen de la Dársena.


Eduardo Rosales fue detenido en dos oportunidades, en una de ellas junto a su esposa Celia. Los apresaron en el cerco, cuando trabajaban, y la mujer fue arrastrada de los cabellos y obligada a abandonar en medio del campo a su primer hijo de solo nueve meses.



Los cargaron en el baúl de un automóvil y los trajeron hasta la sede de la Side en esta Capital, donde fueron ferozmente torturados. “Yo pelee todo el tiempo por saber de mi hijo, porque tenía miedo que se lo hubieran comido los chanchos en el cerco.

Les preguntaba por él y ellos me decían "callate’ y me volvían a pegar”. Por suerte, un cuñado de 14 años que se había ocultado en el monte logró rescatarlo. Ni siquiera su familia materna quiso aceptar a ese bebé que enfermó, hasta que su tía Genoveva se hizo cargo y lo cuidó hasta que el matrimonio fue liberado.


No vive en la provincia

Ahora es un hombre y vive en Buenos Aires. En su detención fueron golpeados y picaneados. “Ahí conocí la picana”, recuerda con una risa triste Eduardo. Les preguntaban por supuestos contactos con la guerrilla. Esa pesadilla lo llevó al alcoholismo, del que puso salir: “Creí que así olvidaría, pero no es así”.Los represores los abandonaron a siete kilómetros de su casa, en medio de la noche.

La casa principal que la familia tenía había sido completamente incendiada. Ni siquiera se salvaron las fotos familiares. Luego tuvieron que emigrar hacia La Banda,donde ahora vive la mayoría de los integrantes.


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